22 de junio de 2007

LA GATA SOBRE EL TEJADO DE ZINC CALIENTE - Un espectáculo deslumbrante


Teatro
La gata sobre el tejado de zinc caliente
de Tennessee Williams.
Con Agustina Lecouna, Paulo Brunetti, Fabiana Falcón, Gustavo Böhm, Norberto Arcusin y las actuaciones especiales de Ana María Casó y Antonio Ugo.
Diseño de escenografía: Emilio Basaldúa, Vestuario: Mini Zuccheri, Diseño de luces: Roberto Traferri, Diseño de pelucas y peinados: Ricardo Fasán. Prensa: Duche-Zarate.
Dirección de Oscar Barney Finn.
El Portón de Sánchez. Temporada 2007
EXCELENTE

Pinta tu aldea y pintarás el mundo, dice el conocido refran. Eso logró Tennessee Williams, uno de los más grandes creadores teatrales de la historia, que supo plasmar en todas sus obras, como pocos dramaturgos del Siglo XX, la complejidad insondable de las frágiles relaciones humanas.

Después de cincuenta años, la cartelera porteña vuelve a ofrecer "La gata sobre el tejado de zinc caliente", en una versión tan digna como memorable que se debe elogiar sin retaceos.

La trama presenta a una familia norteamericana sureña, a mediados de los 50', dominada por un padre despótico y millonario, al que se le oculta el diagnostico de cáncer terminal, y que crió con mano dura dos hijos, ya mayores, junto a su mujer, quien sorteó como pudo los constantes desplantes de un matrimonio plagado de aristas oscuras. El primogénito, Gooper, abogado casado con la prolífica, obsecuente y ambiciosa Mae, le dió cinco nietos y viene otro en camino. En cambio, el menor, Brick, deportista obligado por un accidente a permanecer en reposo, comparte un matrimonio fracasado con la sensual e indómita Maggie, pero sin la ansiada descendencia.

El hastío de una vida basada en la hipocresía, y el suicidio inducido de su mejor amigo, precipitan a Brick en el abismo del veneno dulce y lento del alcohol.
Es en ese panorama, donde el calor sofocante de un tórrido verano se traslada al ánimo y comportamiento de estos personajes, y el conflicto irrumpirá como un torbellino de codicia, reproches, frustraciones y desesperanza.

Antonio Ugo (el padre), realiza un trabajo superlativo al otorgarle, en dosis pareja, la vileza y sensibilidad que requiere su condenada criatura. Ana Maria Caso (la madre) impone su acostumbrada autoridad escénica, y desgarra el forzado encanto de su personaje, con el presentimiento del derrumbe inminente. Fabiana Falcón (Mae) aprovecha desde el mínimo mohín e inflexión vocal para componer a una mala deliciosa. Gustavo Bohm (Gooper) aporta su reconocida versatilidad. A su vez, como los protagonistas, Agustina Lecouna continúa su ascendente carrera teatral, y con recursos fortalecidos, logra perfilar la rotunda seducción de Maggie, al igual que su crispada inseguridad. En cuanto a Paulo Brunetti, encarna con total convicción la fragilidad, impotencia y dolor de Brick, en una labor deslumbrante que le exige estar en escena desde la entrada de los espectadores, y demuestra que es uno de los mejores actores de su generación.

En los rubros técnicos, limitados por el espacio, se destaca el magnífico vestuario de Mini Zuccheri. Y la puesta, plena de sutilezas, certifica la habitual maestría del director teatral, cinematográfico y regisseur Oscar Barney Finn, en un espectáculo de visión obligatoria.
Jorge Montiel