23 de junio de 2007

CABARET - Una pintura atenuada


CABARET. Aquí la vida es divina
Libro y música original: Fred Ebb, John Kander, John Masteroff
Adaptación: Gonzalo Demaría
Con Alejandra Radano, Marcelo Trepat, Alejandro Paker, Patricia Echegoyen, Luz Kerz, Diego Mariani, Juan Carlos Puppo y elenco.
Prensa: SMW, Vestuario: Renata Schussheim, Escenografía: Jorge Ferrari, Coreografía: Elizabeth de Chapeaurouge, Puesta en escena: Ariel del Mastro, Rubén Viani, Dirección de actores: Rubén Viani, Director musical: Julián Vat
Dirección general: Ariel del Mastro.
Teatro Astral. Temporada 2007
BUENO

En los cuadros del pintor objetivista alemán Otto Dix, uno de los tantos artistas plásticos que plasmó en su obra la extraña mezcla de sordidez y cálido refugio que conviven en un cabaret puede encontrarse la clave para desentrañar un misterio. En los ámbitos que su paleta reflejó, en especial en su óleo “A la belleza”, coexisten personajes patéticos que muestran el tranquilo desenfado de la década del veinte, como una prostituta entrada en carnes, una pareja bailando el charlestón, un percusionista negro y el mismo Dix, autorretratado como un ario de mirada torva y fría.

La comparación con la actual versión porteña del musical “Cabaret”, se torna inevitable. Porque más allá de la muy buena ambientación de Jorge Ferrari que transformó la sala del teatro Astral en el Kit Kat Club donde transcurre la acción, o del ambivalente vestuario andrógino del maestro de ceremonias, un brillante Alejandro Paker que por fin tiene su gran oportunidad sobre las tablas, poco hay de sórdido en la atmósfera de ese Berlín de los años 30, previo al ascenso del nazismo, donde todo era tan alocado y libertino como para olvidarse, un poco, al menos, de la hiperinflación y la escasez de trabajo y alimentos que asolaban la vida cotidiana.

Es que lo interpretativo, mejor dicho, lo que el programa de mano señala como la dirección de actores es el punto más flojo de las escenas. Los personajes no encuentran como canalizar las profundas contradicciones que los azotan.
Y si bien Alejandra Radano como Sally Bowles y Marcelo Trepat en la piel del aspirante a escritor Clifford Bradshaw salen más que airosos gracias a sus talentos escénicos, se extraña ver con más claridad los contrastes. ¿Por qué luce casi graciosa la escena en la que Sally le confiesa al americano que abortó?, o cuando el novelista decide abandonar Berlín, ¿lo hace como quien cambia de parecer sin importarle dejar al posible amor de su vida librada a su suerte, en manos de la futura dictadura hitleriana?.

De todas formas, y lejos de la contradicción, a pesar de este gran reparo, es un musical que merece verse, ya que quien concurra al teatro podrá disfrutar de muchos momentos brillantes, en especial, cuando Sally canta el tema central, que tanto escuchamos en boca de Liza Minelli, en una también memorable versión, gracias a los magníficos graves de la Radano. Sin olvidar, claro esta, la divertida composición de Patricia Echegoyen (Fraulein Kost), y los buenos oficios de Diego Mariani (Ernst) como el nazi en ascenso, Juan Carlos Puppo (Herr Schults, el judío), Luz Kerz (Frau Schneider) y el mencionado Trepat. Todos escudados por una magnífica orquesta en vivo y la excelente traducción de Gonzalo Demaria.

Jorge Montiel