CLOSER - Más lejos que cerca
POSMODERNOS. Radiografía de dos parejas, con correctos Araceli y M. Martínez
"Closer" de Patrick Marber. Versión: F. Masllorens y F. González del Pino. Con Araceli González, Mariano Martínez, Marcela Kloosterboer y Nacho Gadano. Dirección: Marcelo Cosentino. Teatro Liceo, Rivadavia y Paraná.
(***) La pieza del dramaturgo inglés contemporáneo Patrick Marber (1964), prosigue con la extendida manía que ostenta la cartelera porteña de conservar títulos en su idioma original. El término sajón “closer” tiene múltiples acepciones: cercano, más cerca, íntimo o próximo. Poco después de su estreno mundial (ocurrido hace más de una década), aquí conocimos una versión apenas decorosa, donde lo único rescatable era la actuación descollante de Jorge Marrale. Su argumento terminó de alcanzar masividad gracias a una interesante adaptación fílmica, dirigida por Mike Nichols, cuyo principal soporte fueron las extraordinarias participaciones de Natalie Portman y Clive Owen.
En la flamante reposición, la proverbial pericia de Fernando Masllorens y Federico González del Pino, talentosos traductores y adaptadores, latinizan los nombres y eluden la situación geográfica. La inconsistente acción bien puede transcurrir en los coquetos barrios de Buenos Aires -lejos del original ambiente londinense-, sin caer en localismos.
La endeble trama intenta una indagación de las enfermedades que sufre el alma postmoderna a través del retrato de encuentros azarosos. Un accidente callejero, la obligación laboral, el envejecido recurso del chat anónimo sobre sexo y un evento social, permiten reunir a dos parejas disfuncionales. Por un lado, Alicia (Kloosterboer) -juvenil y seductora stripper- con Dan (Martínez) -frustrado escritor novel, devenido en mediocre cronista de obituarios-. Por el otro, Ana (González) -fotógrafa exitosa, culta e insatisfecha, recientemente divorciada- con Leo (Gadano) -maduro dermatólogo, sanguíneo y frontal-.
A lo largo de varios años, vemos como las duplas son atravesadas por pasiones, desnudan su intolerancia a la verdad, son incapaces de sostener lazos duraderos, y se hallan desorientadas en estos tiempos cibernéticos que celebran el acérrimo individualismo y la hipocresía a ultranza. Durante ese período, intercambian sexo, traición, diálogos -por momentos triviales- y múltiples fracasos amorosos, que los precipitan a la soledad y la incomunicación.
El nuevo montaje del Liceo ofrece aspectos visuales bien resueltos, de manera tan atractiva como eficaz, pero la puesta no lograr crear los distintos climas que demanda la fluida sucesión de escenas. Su elenco de popularidad televisiva y -salvo el versátil Gadano- de escasa experiencia escénica, evidencia la ausencia de profundidad en la construcción de los personajes. Sin embargo, por estar librados a su suerte -y a pesar del molesto uso de micrófonos-, son loables el espontáneo tesón de Mariano Martínez, y la convincente sobriedad de Araceli González.
Foto gentileza Anita Tomaselli
(***) La pieza del dramaturgo inglés contemporáneo Patrick Marber (1964), prosigue con la extendida manía que ostenta la cartelera porteña de conservar títulos en su idioma original. El término sajón “closer” tiene múltiples acepciones: cercano, más cerca, íntimo o próximo. Poco después de su estreno mundial (ocurrido hace más de una década), aquí conocimos una versión apenas decorosa, donde lo único rescatable era la actuación descollante de Jorge Marrale. Su argumento terminó de alcanzar masividad gracias a una interesante adaptación fílmica, dirigida por Mike Nichols, cuyo principal soporte fueron las extraordinarias participaciones de Natalie Portman y Clive Owen.
En la flamante reposición, la proverbial pericia de Fernando Masllorens y Federico González del Pino, talentosos traductores y adaptadores, latinizan los nombres y eluden la situación geográfica. La inconsistente acción bien puede transcurrir en los coquetos barrios de Buenos Aires -lejos del original ambiente londinense-, sin caer en localismos.
La endeble trama intenta una indagación de las enfermedades que sufre el alma postmoderna a través del retrato de encuentros azarosos. Un accidente callejero, la obligación laboral, el envejecido recurso del chat anónimo sobre sexo y un evento social, permiten reunir a dos parejas disfuncionales. Por un lado, Alicia (Kloosterboer) -juvenil y seductora stripper- con Dan (Martínez) -frustrado escritor novel, devenido en mediocre cronista de obituarios-. Por el otro, Ana (González) -fotógrafa exitosa, culta e insatisfecha, recientemente divorciada- con Leo (Gadano) -maduro dermatólogo, sanguíneo y frontal-.
A lo largo de varios años, vemos como las duplas son atravesadas por pasiones, desnudan su intolerancia a la verdad, son incapaces de sostener lazos duraderos, y se hallan desorientadas en estos tiempos cibernéticos que celebran el acérrimo individualismo y la hipocresía a ultranza. Durante ese período, intercambian sexo, traición, diálogos -por momentos triviales- y múltiples fracasos amorosos, que los precipitan a la soledad y la incomunicación.
El nuevo montaje del Liceo ofrece aspectos visuales bien resueltos, de manera tan atractiva como eficaz, pero la puesta no lograr crear los distintos climas que demanda la fluida sucesión de escenas. Su elenco de popularidad televisiva y -salvo el versátil Gadano- de escasa experiencia escénica, evidencia la ausencia de profundidad en la construcción de los personajes. Sin embargo, por estar librados a su suerte -y a pesar del molesto uso de micrófonos-, son loables el espontáneo tesón de Mariano Martínez, y la convincente sobriedad de Araceli González.
Foto gentileza Anita Tomaselli
(Publicado en revista NOTICIAS - editorial Perfil - N° 1650 - 9/8/08)