24 de abril de 2008

EL NIDO VACIO - La trama de la vida


EL NIDO VACIO (Argentina/2008)
Intérpretes: Oscar Martinez, Cecilia Roth, Arturo Goetz, Inés Efrón y elenco
Música: Nico Cota. Canciones: César Lerner y Jorge Drexler
Dirección: Daniel Burman
Distribuidora: Distribution Company - Duración: 90 minutos – Apta para mayores de 13 años
Calificación: MUY BUENA

El nuevo largometraje de Daniel Burman plantea una duda: ¿podríamos, a determinada edad, al no recordar lo que vivimos, rememorar aquello que hubiéramos querido vivir?. Quizás esta sea una de las claves para entender, en parte, todo lo que sucederá en el devenir de Leonardo (Oscar Martinez). Dramaturgo obsesivo, hosco, neurótico y algo huraño, que en su quinta década sufre problemas de convivencia y está abrumado por ver cómo los hijos dejan el hogar paterno para andar su propio camino. Además, a estos conflictos, se agrega que Martha (Cecilia Roth), su mujer, retoma los estudios de sociología y enfoca toda la atención en este emprendimiento. Él trata de olvidar el atolladero creativo que lo afecta fantaseando – o viviendo – un affaire con una joven y bella odontóloga (Eugenia Capizzano) que encima, le devuelve las ganas de vivir.
En cierta forma, las dos últimas cintas de Burman – “El abrazo partido” y “Derecho de familia” - son los borradores de éste film, donde se zambulle a la creación de escenas que parecen brotar de las alucinaciones del literato. Baste mencionar las apariciones del neurólogo (Arturo Goetz), un personaje que no sabemos hasta que punto es real o emerge de las fantasías. Tanto en la secuencia del comienzo - que transcurre en un restaurante -, como en las del viaje a Israel - a donde el escritor viaja para visitar la hija casada - el terapeuta parece brotar de la nada y no ser visto, o percibido, más que por el protagonista.
Obra de madurez, con climas dramáticos y humorísticos muy bien logrados, casi una sinfonía, donde cada actor, entregado a las manos de Burman, incide cual eximios instrumentistas para lograr una perfecta armonía. La contribución de alguien tan pleno de matices como Martinez, acompañado por la convincente figura de Roth - aquí medida y segura -, la presencia serena de Goetz, y la breve intervención de Capizzano – tal vez una de las jóvenes promesas más delicadas y exquisitas del reciente cine argentino – sitúan al inteligente director en uno de sus mejores trabajos.