2 de octubre de 2008

LUTHERAPIA - El pasaporte a la felicidad

AL DIVAN. Los inoxidables Les Luthiers, más desopilantes que nunca, en otro regreso triunfal: solidez y delirio van de la mano.


Lutherapia” de y por Les Luthiers: Carlos López Puccio, Jorge Maronna, Marcos Mundstock, Carlos Núñez Cortes y Daniel Rabinovich. Teatro Gran Rex, Corrientes 857.


(*****) Como el abrazo fraterno que se prodiga a los viejos amigos en el anhelado reencuentro. O la aventura de volver a la infancia para hacer travesuras. Hasta incluso la reunión bulliciosa alrededor de la mesa, donde risas y canciones amenizan la velada. Así se vive cada estreno de Les Luthiers.
Aquí o en Iberoamérica, los acompañan multitudes, espectadores de todas las edades y estratos sociales, que colman las salas, con la certeza unánime de que el humor inteligente y la buena música se aúnan en lo que siempre es un acontecimiento inolvidable. Porque se sabe de antemano que son el pasaporte para la felicidad.
Cuando la sociedad mundial parece cada vez más empecinada en abandonar la excelencia -como único objetivo de cierta convivencia armónica- y se entrega no sólo en las artes sino en todos los órdenes a la grosería, el maltrato al prójimo u obscenos excesos visuales -la televisión es pródiga en ejemplos- la cercanía con el caos se acorta peligrosamente.
Por suerte, entre muchas otras cosas que nos rescatan del abismo, podemos sentir un soplo de aire fresco en el ingenio siempre refinado de este formidable quinteto. Músicos, actores, cantantes, intérpretes y en suma poetas, tras más de cuarenta años de intacta popularidad, alcanzaron con honores la estatura de clásicos. Pero lejos del bronce o la solemnidad, rebosan vitalidad y frescura, gracias a un talento inagotable, que los hace dueños de una juventud creativa que se vislumbra eterna.
Si bien los ciñe un libreto riguroso -donde nada queda librado a la improvisación- cada uno sostiene un personaje que le es propio, cuyas peculiares características y destrezas se conocen de sobra: el quijotesco empeño de López Puccio, la candidez de Maronna, el delirio de Núñez Cortes, la supuesta rigidez de Mundstock y el eterno despiste de Rabinovich.
Esta vez la excusa para el aceitado, minucioso engranaje de acordes y palabras, son las sesiones entre un psicólogo y su paciente. Los desconcertantes encuentros se prolongan en el absurdo y encadenan los distintos números que conforman el soberbio andamiaje argumental donde reina la ironía con sutileza admirable. Obvio que todos los ritmos -madrigales, blues, folklore, baladas y hasta cumbia- pertenecen al infaltable compositor del conjunto: el prolífico Johann Sebastián Mastropiero.
A riesgo de ser injustos, intuimos que tendrán destino de bis obligatorio la sensacional opereta medieval “El cruzado, el arcángel y la harpía”, y el delicioso contrapunto del vals geriátrico (sic) “Pasión bucólica”.
Cabe un mínimo reparo sobre la duración actual del espectáculo. Por supuesto, no empaña el resultado que se transforma en una cita sencillamente imperdible.

Foto: Gentileza Agencia SMW


(Publicado origialmente en revista NOTICIAS - editorial Perfil - N° 1657 - 27/9/08)