18 de abril de 2010

LA BELLA Y LA BESTIA - Deslumbrante versión de un cuento

Deslumbrante versión de un cuento

“La Bella y la Bestia”, musical de Alan Menken, Howard Ashman, Tim Rice y Linda Woolverton. Dirección: Robert Jess Roth. Teatro Citi, Corrientes 860.
Calificación: MUY BUENA
Por Jorge Montiel

Aquel deslumbrante montaje importado de Broadway, que hace 12 años sedujo a la crítica y al público porteño, regresó al mismo ámbito donde supo cosechar un merecido éxito, visualmente intacto, pero con nuevo elenco.

Al volver a contemplar esta puesta inoxidable se entiende la fascinación que ejerció otrora, ya que el sortilegio revive con igual intensidad. Pocas veces se puede apreciar en Buenos Aires, a escala numerosa y abundante –tal vez sólo en algunas recordadas producciones del querido Teatro Colón– similar grado de sofisticación, buen gusto y atención al detalle, sea en el vestuario, la escenografía, los efectos visuales o lumínicos. Además, el preciosismo sobre el escenario resulta un logrado tributo estético al barroco bien entendido, aquel estilo que encontró en el teatro su ambiente más propicio para desplegar una arquitectura fantástica, que desafiaba los sentidos. Basta ver el momento en que, como por arte de magia, las tinieblas del bosque se diluyen para dejar paso al palacio de la Bestia y los espectadores, asombrados, estallan en un espontáneo aplauso de admiración.

Inspirado en antiguas leyendas, la versión más conocida de este cuento inmortal pertenece a la escritora francesa Jeanne-Marie Leprince de Beaumont (1711-1780), quien relata la historia de un príncipe orgulloso convertido en Bestia, y a los habitantes de su castillo transformados en objetos, por obra de un embrujo que sólo puede exorcizar el amor de una muchacha. La factoría Disney lo trasladó primero al cine de animación, y luego al deslumbrante musical que, entendemos, mucho le debe al film de 1945, con título homónimo, dirigido por Jean Cocteau, sobre todo en la forma que se humanizan los objetos. Valga como ejemplo, entre otros hallazgos visuales de aquella magnífica película, que las galerías del castillo eran alumbradas por verdaderos brazos humanos que emergían de las paredes y portaban antorchas, en lo que podría ser el antecedente del actual personaje Lumiere.

La flamante reedición local se hace fuerte en el plano interpretativo, con un grupo de homogénea calidad, donde sería injusto no destacar la sensacional y graciosa dupla que conforman los talentosos Ricardo Bangueses (Dindon) y Carlos Silveyra (Lumiere). Este último es el gran bastonero de uno de los números coreográficos más espléndidos, “Nuestro huésped”, que recuerda a los musicales caleidoscópicos de Busby Berkeley. Finalmente, Martín Ruiz en la piel de la Bestia acierta al convertirla en un adolescente caprichoso, y Magalí Sánchez Alleno como la Bella, es encantadora.

Sin ánimo de empañar lo antedicho, quien suscribe no puede soslayar la tristeza que le produce observar el innecesario cambio de nombre que se impuso a un teatro íntimamente arraigado a la cultura argentina, como será siempre el Ópera.


Publicado en Revista Noticias el 10/04/10