JUEGOS A LA HORA DE LA SIESTA - Los niños terribles
Teatro
“Juegos a la hora de la siesta” de Roma Mahieu.
Elenco: Ivan Chernov, Tamara Garzón, Sofía González Gil, Enzo Monti, Anita Pauls, Sofía Salvaggio, Estanislao Silveyra y Alejandro Wainstock.
Prensa: Deborah Lachter y Asociados, Diseño de violencia y preparación física: Federico Howard, Diseño y puesta sonora: Martín Frontera, Dirección de arte: Paz Villar, Diseño de Iluminación: Diego Kogan, Fotos y diseño grafico: Manuel Archain, Asistencia de Dirección: Martin Guido.
Dirección: Virginia Lombardo
Teatro Payro. Temporada 2006/2007
“Juegos a la hora de la siesta” de Roma Mahieu.
Elenco: Ivan Chernov, Tamara Garzón, Sofía González Gil, Enzo Monti, Anita Pauls, Sofía Salvaggio, Estanislao Silveyra y Alejandro Wainstock.
Prensa: Deborah Lachter y Asociados, Diseño de violencia y preparación física: Federico Howard, Diseño y puesta sonora: Martín Frontera, Dirección de arte: Paz Villar, Diseño de Iluminación: Diego Kogan, Fotos y diseño grafico: Manuel Archain, Asistencia de Dirección: Martin Guido.
Dirección: Virginia Lombardo
Teatro Payro. Temporada 2006/2007
BUENO
En "El señor de las moscas" (1954), la novela de William Holding, un grupo de escolares británicos sobreviven a un accidente aéreo, en una isla desierta, alejada de la civilización. Sin guía ni protección de ningún adulto, el entorno agresivo provoca el despertar de sus instintos e impulsos, aquellos que rigen a cualquier persona, pero en su estado más elemental. El paralelismo con “Juegos a la hora de la siesta”, es inevitable. Porque a treinta años de su estreno e innumerables montajes alrededor del mundo, esta obra es, sin dudas, un clásico de la dramaturgia. Porque más allá del léxico cotidiano, que invitan a su universalidad, la escalofriante vigencia de su argumento también se adentra, precisamente, en lo más recóndito y primitivo de la condición humana.
En un ambiente abierto, niños entre 5 y 8 años, y un adolescente deficiente mental, cada uno con personalidades y roles bien definidos, se entretienen alejados de las miradas paternas. A través de los juegos emergen sus verdaderas naturalezas, y rápidamente, la perversión y humillación se instalan como reglas para provocar situaciones que bordean el peligro. Las descarnadas relaciones que establecen entre ellos, revelan el abuso, el poder, y el sometimiento que las rige, en una clara metáfora de la estructura social imperante.
En "El señor de las moscas" (1954), la novela de William Holding, un grupo de escolares británicos sobreviven a un accidente aéreo, en una isla desierta, alejada de la civilización. Sin guía ni protección de ningún adulto, el entorno agresivo provoca el despertar de sus instintos e impulsos, aquellos que rigen a cualquier persona, pero en su estado más elemental. El paralelismo con “Juegos a la hora de la siesta”, es inevitable. Porque a treinta años de su estreno e innumerables montajes alrededor del mundo, esta obra es, sin dudas, un clásico de la dramaturgia. Porque más allá del léxico cotidiano, que invitan a su universalidad, la escalofriante vigencia de su argumento también se adentra, precisamente, en lo más recóndito y primitivo de la condición humana.
En un ambiente abierto, niños entre 5 y 8 años, y un adolescente deficiente mental, cada uno con personalidades y roles bien definidos, se entretienen alejados de las miradas paternas. A través de los juegos emergen sus verdaderas naturalezas, y rápidamente, la perversión y humillación se instalan como reglas para provocar situaciones que bordean el peligro. Las descarnadas relaciones que establecen entre ellos, revelan el abuso, el poder, y el sometimiento que las rige, en una clara metáfora de la estructura social imperante.
Concebido en la Argentina de los tiempos de plomo y mano dura, el texto es una clara denuncia sobre la influencia que ejerce en el comportamiento de cualquier ser humano una educación represiva, los límites socioeconómicos y las circunstancias políticas.
En esta nueva reposición, la directora Virginia Lombardo (consumada actriz, que supo integrar el elenco original), elige con inteligencia despojar el espacio escénico, aprovechar los distintos rincones del Payro, y enfatizar la puesta a través del trabajo de los actores, todos muy jóvenes, a quienes expone de entrada. El resultado es digno de verse, ya que la juventud de los intérpretes aporta una necesaria cuota de actualización en el lenguaje.
Lombardo logra con pericia articular las distintas escenas y calibrar el voltaje dramático de estos nuevos valores; entre quienes se erigen, con peso propio, Tamara Garzón, que exhibe soltura, buena dicción y compromiso; y toda una revelación actoral, Estanislao Silveyra, que se adueña de la escena gracias a su notable histrionismo, dominio corporal y proyección de la voz.
En esta nueva reposición, la directora Virginia Lombardo (consumada actriz, que supo integrar el elenco original), elige con inteligencia despojar el espacio escénico, aprovechar los distintos rincones del Payro, y enfatizar la puesta a través del trabajo de los actores, todos muy jóvenes, a quienes expone de entrada. El resultado es digno de verse, ya que la juventud de los intérpretes aporta una necesaria cuota de actualización en el lenguaje.
Lombardo logra con pericia articular las distintas escenas y calibrar el voltaje dramático de estos nuevos valores; entre quienes se erigen, con peso propio, Tamara Garzón, que exhibe soltura, buena dicción y compromiso; y toda una revelación actoral, Estanislao Silveyra, que se adueña de la escena gracias a su notable histrionismo, dominio corporal y proyección de la voz.