2 de febrero de 2007

RUTILANTES - Una contagiosa alegria


TEATRO MUSICAL
"Rutilantes", por Los Amados.
Elenco: Alejandro Viola, Lisandro Fiks, Fernando Costa, Oscar Durán, Hernán Sánchez, Analia Rosemberg, David Rodríguez, Rubén Rodríguez y Bárbara Togander.
Escenografía y vestuario: Cristina Villamor, Dirección musical y arreglos: Lisandro Fiks, Diseño de luces: Dana Barber, Prensa: Georgina Rey.
Dirección: Alejandro Viola
Maipo Club. Temporada 2007.
MUY BUENO.

“De aquí todos se irán enamorados”, promete al comenzar el espectáculo, el carismático líder del grupo, Alejo “Chino” Amado, y es muy posible que su vaticinio se cumpla entre los agradecidos espectadores. Desde hace dieciocho años que afortunadamente la eterna tournee de Los Amados no se detiene, en un periplo que suma por igual elogios, nuevo repertorio y espacios donde desplegar su arte inigualable. Pero esta vez, los míticos ámbitos del legendario Teatro Maipo, especialmente el agradable Club del segundo piso donde actúan, son más que adecuados para disfrutar de su contagiosa alegría musical.

Enfundados en un impecable vestuario que retrotrae a la década del 50’, profuso en colores, brillos y estampados frutales, al enamoradizo anfitrión (Alejandro Viola), lo acompañan el contrabajista Tito Richard Junquera (Lisandro Fiks); el percusionista Pocholo Santamaría (Fernando Costa); en requinto, Cristino Alberó (Oscar Duran); el trompetista Angel (Hernán Sánchez); la tecladista Raquelita Jarzinsky (Analia Rosenberg), una niña que el Chino conoció en un kibbutz nicaragüense (!); los mellizos Black y Mambo Méndez (David y Rubén Rodríguez) y la estrafalaria Dina Dulri (Barbara Togander, una cantante sensacional). Todos ellos presumen de grandes figuras de la canción latina cuyos recitales los llevaron a cada rincón del planeta con éxito rotundo, que duda cabe.

De esta manera, estos eficaces actores e interpretes, apelan a la parodia del genero con desenfrenado ingenio, pero jamás rozan la ofensa, y encima, abrevan en buena música: los temas, ajenos y propios, van de los clásicos boleros (esos que sabemos todos) hasta el vertiginoso resonar de la rumba y el merengue.

El humor disparatado esta sabiamente teñido de ternura y picardía en dosis parejas, y se puede afirmar que en la base de la creación de este emblemático conjunto, hay un sincero homenaje a aquellos artistas de voz aguardentosa y acaramelada, rodeados de una aureola de divismo que sabían construir, el rostro definido por una sonrisa perenne, y el paisaje centroamericano de placer infinito, mas imaginario que real, que creían reflejar. En fin, una época que seguramente no volverá, pero que Los Amados evocan con fidelidad constante, buen ritmo e indiscutida comicidad. Para no perdérselo.